jueves, marzo 19, 2009 |
El frío, silencioso diálogo, con aquel que te lea. |

He tenido todos estos años un admirador que no era humano, y yo no lo sabía.
Como todo bloguero, me complazco en seguir un poco quién me lee, cuándo, y en casos de mucho éxito, si hay más de uno. En este caso, sí, había más de uno, y en concreto uno de ellos me conmovía por su fidelidad y un cierto exotismo.
Exotismo. Veréis, cuando era niño viajaba con la yema del dedo sobre los atlas, como habréis hecho muchos. Un poco más mayor dopaba con un voltaje levemente más elevado un transistor viejo a ciertas horas de la noche, y éste por algún motivo que renuncio a explicar empezaba a recibir emisiones en español de Radio Moscú incitando a los uniformados chilenos a rebelarse contra Pinochet y tomar la senda de la libertad que ya había recorrido Nicaragua, tras lo cual una voz femenina, muy rusa, aunque femenina, glosaba las maravillas del turismo en Ucrania o de la piscicultura en el Mar de Azov y yo apuntaba un lugar más en los itinerarios de mis sueños. Un atisbo de esa antigua emoción aún me acaricia cuando estudio las típicas herramientas de estadística de lectores de uno de mis sitios web, y veo las horas y los motivos de sus visitas, sus operadoras, sus sistemas operativos, y sobre todo, sus lugares de procedencia.
Aunque en este caso sea en su estrato más cutre, la blogosfera es realmente un ámbito sin fronteras, y ante mis ojos desfilan, brevemente, los nombres, o las situaciones como puntos en una proyección Mercator del mapa terrestre, y con ellos, un soplo helado de exotismo de las regiones casi polares de Ushuaia, de Tampere, de Narvik, de Soria y de Cacabelos (León, dice la wikipedia), de lugares que tal vez nunca conoceré (a mí no se me ha perdido nada en Soria, y en Cacabelos, ni te cuento) y de gente que no conoceré con toda seguridad pero cuyos ojos han visto el pálido cielo de esas latitudes y que por unos segundos o minutos se han posado en mis humildes creaciones domésticas.
En concreto, el de Tampere (Finlandia) iba buscando "mujeres en bragas", sic, en español, así que sería un Erasmus con problemas de acoplamiento con el entorno, que nunca pensé que nadie los tuviera con las finesas, dulces hijas de Bóreas. El de Ushuaia, que sí vino más de una vez, debe de ser del atleti.
Pero a lo que íbamos. Las visitas realmente lejanas son muy ocasionales, pero alguna de ultramar, de Florida, de México (de lo que buscan la mayoría de los usuarios mexicanos mejor no diré nada), de Venezuela, por sus pautas, sus datos, daba a entender que era la misma persona, que se aficionaba a la bitácora, y no otro usuario del mismo lugar. Hay que hilar muy fino: es posible que en sitios como México D.F. haya más de una persona hispanohablante con conexión a Internet que busque "perros chingando" (coño, se me ha escapado). Cuando una visita daba muestras de repetirse, con periodicidad, pasaba en poco tiempo a engrosar una pequeña, silenciosa lista de amigos anónimos, con los que pasaba como con todos los amigos; duraban poco, o mucho, y acababan desapareciendo sin que en muchos casos te acordaras tanto de ellos como del leve e indefinible vacío que dejaban tras de sí.
Y tengo uno, en concreto, que me ha durado mucho. Me visita casi todos los días, entra en el sitio directamente, señal de que lo tiene memorizado, y rara vez me falla. Vive al norte de California, y últimamente he visto que su afición por mí se ha extendido a otras bitácoras que relleno menos y cuyos visitantes nunca me molestaba en anotar. Eso me preocupó, porque algunas de ellas son de las que pretendo que no se asocien con mi persona (salvo orden judicial, me temo) y en principio, no era fácil que nadie que no fuera bastante astuto encontrara mi rastro (exagero: ninguna de mis actividades en Internet es secreta; todo lo más discreta, para que la vecina del ático o el conserje del curro no se ponga a monitorizarme. La única excepción es esa obsesión que me ha dado ahora con los travestis zoófilos de raza negra y dos metros de largo que realizan actos con poneys pequeñitos, y creo que mejor también aludo a ella aquí porque es dificilísimo encontrar material y a lo mejor alguien puede ayudarme en un privado)
A lo que iba: mi fiel visitante de California estaba pasando de amigo leal a vigilante, de útil apoyo amenaza potencial, aún no confirmada, pero sí muy inquietante. Eso fue, precisamente, lo que me dio la pista, por una asociación de ideas afortunada. Investigué un directorio de empresas sitas en Mountain View, California, y descubrí que mi fiel amigo y compañero es el robot de Google que mide los pagerank.
Y en el fondo, Google es buen amigo mío. Por algún motivo, casi cualquier cosa que pongo en mis posts, cualquier alusión ociosa e inocente, va y sale generalmente muy bien situada en los resultados de búsqueda.
Por ejemplo, "perros chingando". Ya se me ha vuelto a escapar. |
escrito por Ignacio Egea @ 5:38 p. m.  |
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thank you