 Es una gran mansión de varias plantas, en el centro de la ciudad. Los ruidos y otros fenómenos no parecen concentrarse en ningún punto, ni preferir una hora del día o de la noche. He tardado muy poco en llegar a una conclusión preliminar: poltergeist. Habrá que localizar la fuente, que en estos casos suele ser un morador de la casa sometido a un fuerte stress, y por lo general de sexo femenino. Hay varios candidatos. La doncella parece una mujer insatisfecha, con un permanente rictus de descontento. Aún más posible candidata es el ama de llaves, una mujer adusta y gritona, propensa, es evidente, a crisis de histeria. Histéricos igualmente podrían ser los fundamentos de la afección de la hija del dueño de la casa, una chiquilla inválida. Tras sucesivos interrogatorios a las tres, me digo que va a ser difícil delimitar la causante.
Me dirijo también a interrogar al restante habitante femenino de la mansión, aunque por su edad es un foco poco probable. Es una niña pequeña, de origen humilde, que la familia propietaria de la mansión tiene recogida, un poco por caridad, un poco para que haga compañía a su hija enferma.
Le pregunto que si es feliz en esa casa. Me dice que no, que era más feliz en su cabaña de las montañas, con las cabras, Pedro, Niebla, el abuelito y Copo de Nieve. Y empieza a llorar. Etiquetas: Pastiches |