El hombre sufre tan terriblemente en este mundo que se ha visto obligado a inventar la risa. Niestzche.
 Je, Ernesto se va a mondar de risa cuando se lo cuente. Me troncho, vamos. Huy, se me ha caído el analizador atmosférico otra vez. Se ha hecho polvo. Ja, ja. Tiene gracia. He tardado dos semanas en repararlo, casi desde el día que nos estrellamos aquí, sacando tiempo de las otras obligaciones urgentes: enterrar a los muertos, protegernos de los depredadores, enterrar a las víctimas de los depredadores, buscar comida, comprobar si era venenosa, enterrar a los voluntarios que probaron la comida. Mañana haré dos fosas más, ji, y las dejaré abiertas para cuando sean necesarias; no tardará mucho, ja ja ja.
Je, es que en el fondo es cómico, ja, ja. Así que ése era el motivo; qué pena que sólo quedemos Ernesto y yo para verle la gracia al asunto. Je, je, je.
-Ernesto, ¿cómo te va? Je, je.
-Me estoy muriendo, Óscar. Ji, ji, ji, ji. La gangrena se ha extendido casi hasta la ingle. No sirvió de nada amputar. Juas, juas. Menuda chapuza hiciste con el serrucho, desgraciado. Jo jo jo. Menos mal que no me dolió nada, no entiendo por qué.
-Yo tengo la explicación, je, je. ¿Sabes que la atmósfera de este planeta es en un veinte por ciento óxido nitroso?
-Eso lo explica todo. Jua jua jua jua.
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