Posidón mantiene un rencor obstinado contra Ulises
que despojó de la vista a su hijo Polifemo
y tras ello se ocultó en la cueva del cíclope
mientras el cegado vigilaba las salidas
Nadie dijo llamarse el astuto entre los aqueos
y para escapar de la gruta con sus camaradas prisioneros
urdió bien tejido el plan de atarse a las grupas del ganado
que el monstruo impío sacaba a pastar cuando la Aurora
de dedos rosados acaricia el zarco colodrillo de Urano
y bajo el más rollizo y de vellón más suave del rebaño
se ató el esposo de Penélope con mimbres bien trenzados
cuando descubrió el desdichado aqueo que los pastores
tienen por costumbre beneficiarse a sus ovejas
y más si, con un ojo o ninguno, poco atractivos son
a las ubérrimas ninfas de vientres generosos
que causan las delicias de faunos y sátiros.
Y el resto de los Cíclopes acudió a la puerta
y preguntó al de dentro, el más poderoso de entre ellos
"¿Qué cosa tan grande sufre el que así grita?
Dinos, Polifemo, a quién castigas con tu estaca titánica".
"A
Nadie", gritó el ciego Posidónida, "a
Nadie empalo, y de
Nadie me vengo"
El rencor de Posidón es obstinado
y Ulises diez años estuvo atado al mástil de su navío por no poder
sentarse derramando amargas lágrimas por todo su largo periplo a Ítaca.