Hombrecillos verdes
Una visita en clave de humor a las imágenes clásicas de la ciencia ficción.
sábado, marzo 18, 2006
Las migas ciegan tus ojos.
Acababa de sacar el bizcocho de chocolate al alféizar para que se enfriara cuando el Gran Rostrofingomuñocircus pasó por encima de mi calle lanzando a un lado y al otro de su nube voladora pastelillos y hojaldres como quien avienta el grano. Las piezas de bollería caían de lo alto, rebotando por las tejas y cornisas, disgregándose en migas que caían al suelo como una fina lluvia. Unas cuantas cayeron sobre mi bizcocho, lo que no me gustó. Comencé a quitarlas, pero me vio desde su nube y comenzó a gritarme.

-¡Estoy harto de compartir mis obras con una pandilla de gañanes sin paladar, de lanzar mis margaritas a los puercos, de dar miel a bocas de asnos! ¿Por qué no te comes esas piezas de bollería, lo más selecto de mi producción? ¿Por qué no me dices lo que te parecen?

-Si tanto te interesa la opinión de los demás, no les faltes al respeto. Yo cocino para mí, y si algún amigo quiere, está invitado. Pero no me meto en compromisos y críticas gastronómicas que me quitarían tiempo de donde quiero estar, que es en la cocina. Está bien eso, de vez en cuando, de compartir recetas y de comparar texturas, pero sólo de vez en cuando. No nos desterramos a esta colonia alejada, no dimos la espalda a la sociedad humana de la línea y forma física, al reino de lo light, no fundamos Bollotopia para andar con ceremonias. Sólo para cocinar, todos los días, y para lo relacionado, de vez en cuando. Ojalá acabes dándote cuenta.

-Pero nunca has querido hablar de recetas conmigo, maldito patán indigno de mi arte.

-¿Y qué puedo decirte? A otro le puedo decir: esta tarta requiere un poco más de horno, esta crema bátela más y no le pongas tanto arrope. Pero contigo no sabía cómo abordar el tema, porque tus pasteles son extraños: no están particularmente mal mezclados, ni horneas mucho ni poco. Es que, sencillamente, por una extraña razón, ¡no me saben a nada! Tal vez porque los produces de forma industrial, o porque no ofreces tus productos más frescos, sino los que tenías guardados por ahí, o tal vez porque te gustan más los cumplidos que los fogones...

Una tableta de turrón de alicante me golpeó con fuerza en la frente desde toda aquella altura, y perdí el sentido. Él dijo luego que había sido un accidente, a los pinches que guardaban las puertas. Pasó por allí poco después del incidente, cruzó las puertas sobre su nube voladora, y marchó hacia el desierto, sin que volviéramos a saber de él, sin que le viéramos descender nunca de su nube.

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escrito por Ignacio Egea @ 7:53 p. m.  
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